Este artículo se publicó en turco el 14 de diciembre
El régimen Baaz, con 61 años de historia, colapsó de manera sorpresiva en tan solo 10 días. ¿Cómo es posible que un régimen que logró resistir desde 2011 a una guerra devastadora y agotadora, y que con el apoyo de Irán y Rusia logró sobrevivir y derrotar en gran medida a los yihadistas, se desplomara tan rápidamente? En este momento reina una gran confusión informativa. A nivel nacional e internacional, se realizan múltiples análisis y evaluaciones, intentando descifrar el desarrollo de los hechos, las intervenciones de las potencias imperialistas y regionales, así como las diversas posibilidades en juego. Sin embargo, hay algo que debemos subrayar: en un contexto donde los equilibrios cambian constantemente y donde todos los frentes de guerra, desde Siria hasta Ucrania, convergen en un mismo punto crítico, es imposible prever cada detalle o desenlace. Desde una perspectiva marxista, el análisis debe centrarse en identificar las causas de la guerra y en señalar las tendencias clave. En los momentos más complejos, enfocar la atención en las líneas generales resulta mucho más significativo. La realidad es que la Tercera Guerra Mundial, iniciada y liderada por el imperialismo estadounidense en 2001, se está expandiendo hacia nuevas regiones y estados, volviéndose aún más compleja. Como veremos más adelante, el imperialismo estadounidense, en su esfuerzo por restaurar su hegemonía debilitada, se está preparando para una confrontación directa con su mayor rival, China.
En cuanto a la imagen actual de Siria, podemos afirmar lo siguiente respecto a la parte más clara del panorama directo: la caída del régimen de Assad representa una gran pérdida de influencia y prestigio para Rusia e Irán en la guerra de Oriente Medio. Especialmente Irán ha sufrido un duro golpe al perder el vínculo más importante en la cadena denominada Media Luna Chiita, que comienza en Irán y se extiende a Irak, Siria y Líbano, y que le permitía establecer influencia en la región. No cabe duda de que los principales beneficiados en esta etapa son el bloque Estados Unidos-Israel. Este bloque, que busca rediseñar Oriente Medio según sus propios intereses y establecer un equilibrio duradero a su favor, ha encontrado en esta situación una oportunidad estratégica. Turquía, que había perdido fuerza en la primera fase de la guerra en Oriente Medio y llevaba tiempo enfrentando desafíos internacionales, también ha fortalecido notablemente su posición. El papel decisivo que Turquía desempeñará en la reconfiguración de Siria será crucial. No obstante, también es importante señalar que este proceso caótico podría empujar a Turquía aún más profundamente al conflicto. En nuestros análisis anteriores, hemos subrayado repetidamente que la situación política en Siria estará marcada por el curso general de la guerra imperialista, y hemos advertido lo siguiente: incluso si el régimen de Assad sobrevive, es muy improbable que Siria regrese a su estado anterior o que mantenga su unidad territorial. Hoy esta probabilidad es aún más evidente. Resulta poco viable que los yihadistas liderados por HTS, los antiguos aliados del régimen, los kurdos y otras minorías puedan construir juntos un sistema político centralizado, estable y duradero. Tanto la posibilidad de que el conflicto se extienda hacia Irán como los precedentes en Afganistán, Irak y Libia, junto con la realidad actual en Siria, apuntan a que el caos en la región continuará profundizándose y ampliándose.
La guerra no es un juego de ajedrez jugado en una mesa. Mientras temas como quién gana o pierde, cómo se redibujan los mapas y cómo se forman los equilibrios de poder toman protagonismo, se pasa por alto que la guerra es, ante todo, una devastación social aterradora. En Turquía, en particular, la constante presencia de autodenominados estrategas en los medios burgueses, siempre frente a mapas, junto con los sueños imperiales avivados, dificulta que los trabajadores comprendan el verdadero rostro de la guerra y empatíen con los pueblos de la región. Sin embargo, Oriente Medio, el epicentro de la Tercera Guerra Mundial, lleva 20 años siendo arrasado por una guerra imperialista sin tregua. Países como Irak, Siria, Libia, Palestina, Líbano y Yemen han retrocedido décadas en términos sociales y económicos. Esta región, cuna de la civilización, ha visto cómo innumerables ciudades antiguas, junto con aldeas y urbes modernas, han quedado reducidas a escombros. Las migraciones masivas y la muerte de cientos de miles de personas han provocado pérdidas irreparables en la mano de obra cualificada, las capacidades productivas y el legado cultural. Siria, comparada con otros países árabes, era un caso excepcional, donde las relaciones capitalistas modernas se desarrollaron, especialmente en Alepo, Damasco y las ciudades costeras, y donde una vida secular era aceptada. Sin embargo, durante décadas, su población ha sufrido bajo la dictadura de Assad, las demandas kurdas han sido reprimidas con violencia, los derechos democráticos de las minorías han sido ignorados y los opositores encarcelados. Ahora, tras 13 años de una guerra devastadora que ha obligado a millones a migrar y a otros tantos a vivir en condiciones de miseria absoluta, el país ha sido entregado a los yihadistas liderados por HTS (Hayat Tahrir al-Sham), una facción que evolucionó del Estado Islámico. Ya sabemos lo que ocurre cuando una sociedad basada en relaciones modernas colapsa y es entregada a los yihadistas, como ocurrió en Afganistán. De cara al futuro, lamentablemente no parece haber un escenario que evite que las fuerzas reaccionarias ganen más poder, que la sociedad siria se fragmente aún más o que millones más se vean obligados a abandonar su país.
Ahora, podemos pasar de un análisis general a uno más específico.
Primero: En marzo de 2011, el régimen de Assad respondió con brutalidad estatal a las protestas que surgieron en diversas ciudades con demandas económicas y democráticas. Cuando el movimiento popular retrocedió, las organizaciones yihadistas tomaron el protagonismo. Estados Unidos, Inglaterra, Turquía, Qatar y otros países del Golfo intentaron, por un lado, construir una oposición civil contra el régimen de Assad y, por otro, organizar, entrenar y armar a los yihadistas bajo el paraguas del llamado Ejército Libre de Siria. Así, Siria se convirtió en un nuevo frente dentro de la guerra imperialista por el control geopolítico. Después de que los yihadistas, respaldados internacionalmente, capturaran amplias zonas del país, el equilibrio cambió con la intervención de Irán en 2013 y de Rusia en 2015, ambas en apoyo al régimen de Assad. Turquía, frustrada por la falta de apoyo estadounidense para derrocar a Assad y preocupada por el avance de una estructura autónoma kurda, se alió con Rusia e Irán para iniciar las conversaciones de Astaná. Con el consentimiento de Rusia, Turquía ocupó partes del territorio sirio, cortando la conexión entre las regiones kurdas. A cambio, aceptó la creación de “zonas de desescalada”, incluida Alepo, donde los yihadistas fueron concentrados en Idlib. Esta reconfiguración dejó a Siria dividida de facto en cuatro partes: HTS controlaba Idlib, Turquía una extensa franja fronteriza con Afrín incluido, los kurdos dominaban el este del Éufrates, y el régimen de Assad recuperó el control sobre grandes ciudades como Damasco, Alepo, Hama, Homs y Latakia. Esto marcó el inicio de un período de relativa estabilidad.
Segundo: La guerra ha dejado una devastación descomunal en todos los ámbitos. Ciudades, carreteras, infraestructuras, hospitales, escuelas, edificios gubernamentales, zonas industriales y áreas agrícolas han sido arrasados. En Alepo, la principal ciudad industrial del país, las zonas industriales fueron saqueadas por los yihadistas y trasladadas a Turquía. Como consecuencia, la economía colapsó drásticamente. Entre 2011 y 2021, el PIB se contrajo más de un 60%, y las sanciones impuestas por la Ley César de Estados Unidos bloquearon cualquier intento de recuperación económica. Según el Banco Mundial, en un país con un desempleo del 50%, 14,5 millones de personas, es decir, el 70% de la población, luchan por sobrevivir en condiciones de pobreza extrema.[1] En 2023, la libra siria se devaluó un 141% frente al dólar, la inflación superó el 90%, el comercio se desplomó, el terremoto agravó los estragos de la guerra, los cortes eléctricos se intensificaron, y el panorama de pobreza y desesperanza en la sociedad alcanzó niveles críticos. Desde cualquier perspectiva—política, económica o social—es evidente que el régimen y la clase dominante están paralizados, agotados y sin capacidad para resolver los problemas del país. La producción de captagon, un tipo de anfetamina, se ha convertido en la principal fuente de ingresos del régimen. Al mismo tiempo, los conflictos, la desconfianza y las luchas internas por los escasos recursos económicos han aumentado. Esto ha acelerado la corrupción y el colapso dentro del régimen y el ejército. Por todo esto, la mayoría social que al principio de la guerra se oponía a los yihadistas ha caído en la desesperanza, llegando a no importarles si el régimen de Assad sigue o no en el poder. La historia muestra muchos casos similares. Cuando las masas no logran organizarse como una fuerza capaz de cambiar el poder, se cansan de las interminables luchas entre guerra, colapso económico y la clase dominante, y terminan siendo completamente indiferentes a quién las gobierna.
Tercero: El régimen, que se sostuvo gracias al respaldo de Rusia e Irán, no supo adaptarse a las condiciones cambiantes ni implementar las reformas necesarias debido a su ceguera ideológica, sus arraigados hábitos de décadas, su corrupción y su agotamiento mental/político. Rusia, por ejemplo, insistió en que el régimen realizara cambios en la estructura del Estado, integrara a los kurdos y a la oposición civil en el gobierno, y avanzara en reformas políticas. Aunque Rusia no buscaba una estructura federativa, consideraba inevitable una organización relativamente autónoma que permitiera a los kurdos y a otros grupos sociales expresar sus intereses. Esta postura quedó clara en numerosas declaraciones rusas y en las propuestas constitucionales discutidas durante el proceso de Astaná. Por ejemplo, cuando Turquía lanzó su ofensiva contra Rojava en 2019, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, afirmó el 18 de octubre: “Apoyamos que la cuestión kurda se resuelva dentro del marco de la integridad territorial y soberanía de Siria, a través del diálogo entre los líderes kurdos y el gobierno legítimo de Damasco.” Sin embargo, el régimen de Assad se negó a reconocer las demandas democráticas del pueblo kurdo o a crear un gobierno inclusivo que reflejara la diversidad étnica y cultural de Siria. En cambio, utilizó el apoyo iraní para contrarrestar la influencia de Rusia y mantener el statu quo. Después del colapso del régimen, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, admitió abiertamente: “Hace un tiempo, cuando la situación representaba una amenaza para toda la región, Rusia ayudó a la República Árabe Siria en su lucha contra el terrorismo y en la estabilización del país. En ese momento cumplimos nuestra misión. Luego, el gobierno de Bashar al-Assad tomó las riendas e intentó avanzar en el desarrollo, pero lamentablemente hemos llegado a esta situación.”
Cuarto: Uno de los hechos más reveladores de la parálisis del régimen y su incapacidad para adaptarse a los cambios en la política internacional fue el inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia. Tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, el bloque liderado por Estados Unidos y Occidente impuso sanciones devastadoras para colapsar la economía rusa, al tiempo que se involucró indirectamente en la guerra mediante el apoyo militar a Ucrania. En consecuencia, Rusia desvió gran parte de sus recursos económicos y militares hacia la guerra en Ucrania, relegando su participación en Siria a un segundo plano. Esto dejó al descubierto los límites del poder del imperialismo ruso. Otro evento crucial en la política internacional fue el genocidio llevado a cabo por Israel contra el pueblo palestino tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. Irán interviene en la guerra contra Israel a través de Hezbolá para mantener su influencia en Oriente Medio. El intento de Israel de destruir Líbano, eliminar el liderazgo de Hezbolá y atacar directamente a Irán con misiles y aviones de combate marcó el inicio de un cambio en el equilibrio de poder en la región. La retirada de Hezbolá a Líbano, una fuerza clave para la supervivencia del régimen de Assad, junto con los continuos bombardeos israelíes sobre el ejército sirio, debilitó aún más al régimen, fortaleciendo al mismo tiempo a los yihadistas en Idlib.
Quinto: La corrupción del régimen sirio, su parálisis y el distanciamiento emocional de la sociedad hacia él, sumados a las dinámicas internacionales, generaron condiciones ideales para que el ejército yihadista en Idlib ganara terreno. Durante años, los yihadistas liderados por HTS, apoyados, entrenados y armados por Turquía, Estados Unidos e Israel, finalmente fueron movilizados contra el régimen de Assad cuando se consideró que el momento era propicio. La rápida desintegración de las líneas del frente del ejército sirio bajo la ofensiva yihadista y la caída de Alepo causaron un impacto profundo. Hoy está más claro que el ejército sirio no tenía una defensa sólida; estaba desorganizado, carecía de coordinación, y sus soldados estaban agotados. La caída de Alepo unificó los frentes de guerra desde Ucrania hasta Siria en un punto de tensión crítico, abriendo la puerta a nuevas negociaciones entre las potencias imperialistas. El 30 de noviembre, Andrew Tabler, exresponsable de Siria bajo la administración Trump, comentó al Wall Street Journal: “Las potencias regionales e internacionales intervinieron en Siria hace más de una década. Sin embargo, ahora los conflictos en Ucrania, Gaza y Líbano se están cruzando y superponiendo en Alepo.”[2] Al constatar que el ejército sirio no tenía la capacidad de resistir los ataques, Rusia decidió abandonar rápidamente su respaldo al régimen de Assad para no seguir desperdiciando recursos y energía. Sin el apoyo ruso, era imposible que Irán pudiera sostener a Assad por sí solo.
Sexto: Si el ejército sirio hubiera tenido la capacidad de luchar y resistir los ataques, no cabe duda de que Rusia habría continuado respaldando al régimen de Assad. Incluso en un escenario sin la guerra en Ucrania, pero con un ejército sirio igualmente desorganizado y debilitado, Rusia podría haber asumido los riesgos y haber apoyado al régimen como lo hizo en el pasado. Sin embargo, con Rusia concentrada en la guerra ucraniana, los cálculos estratégicos cambiaron y el régimen de Assad pasó a ocupar un lugar secundario en la agenda. Es importante señalar que Siria, una pieza clave para Rusia en Oriente Medio y un punto estratégico que conecta con el Mediterráneo y África, no es un país que pueda abandonarse fácilmente. Sin embargo, cuando el objetivo principal es ganar la guerra en Ucrania y consolidar los recursos, ciertas decisiones difíciles se vuelven inevitables. Todo indica que existe un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia que abarca tanto Siria como Ucrania. Parece evidente que la preservación de las bases militares rusas en Siria y la influencia estratégica que estas otorgan son parte de este pacto. En cumplimiento de este acuerdo, el ejército sirio se replegó hacia Damasco sin oponer resistencia, y el régimen de Assad cedió el poder.
Séptimo: En las condiciones actuales, Irán es el mayor perdedor. Desde 2013, cuando intervino para evitar la caída del régimen de Assad y facilitó el despliegue de combatientes de Hezbolá, Irán se había convertido en una fuerza clave en Siria, además de en Irak. Esto le permitió consolidar una posición estratégica con acceso directo e ininterrumpido a Irak, Siria y Líbano, y ejercer presión sobre Israel en la región. Sin embargo, la ruptura de Siria de esta cadena ha asestado un golpe devastador a Irán, debilitando gravemente su influencia en Oriente Medio. Es innegable que Irán ha sufrido una derrota en Siria. No obstante, aunque no se retirará por completo, quedará bajo la constante amenaza de guerra del bloque liderado por Estados Unidos e Israel, que lo ha considerado un objetivo desde 2003.
Octavo: La caída del régimen de Assad en Siria favorece principalmente los intereses de Israel. Aprovechando la ausencia de una oposición significativa, Israel ha destruido y sigue destruyendo la marina siria, bases aéreas, aviones de combate, misiles, helicópteros y fábricas de armas a través de bombardeos constantes. En este punto, es evidente que Siria ha perdido gran parte de su funcionalidad como Estado. El primer ministro israelí, Netanyahu, declaró que las Alturas del Golán, ocupadas desde 1967, pertenecen definitivamente a Israel y anuló los acuerdos firmados en 1973. El ejército israelí ha ocupado varios pueblos y ciudades habitados por drusos, avanzando hasta los alrededores de Damasco. Mientras Israel destruye militarmente a Siria y ocupa sus territorios, HTS se mantiene al margen, sin intervenir. Es especialmente relevante que las zonas ocupadas por Israel en Siria sean también fronterizas con Líbano y que están bajo el control de Hezbolá. En el próximo período, si no se establece una estructura que considere a todos los grupos étnicos y religiosos de Siria y el caos continúa, el pueblo druso podría unirse a Israel, y ya se están dando pasos en esa dirección.
Noveno: Este panorama deja en evidencia a quién realmente ha beneficiado Turquía al alinearse con los planes del bloque Estados Unidos-Israel. Es importante destacar que, sin el liderazgo de una potencia imperialista como Estados Unidos, Turquía no tendría la capacidad de moldear y reorganizar Siria utilizando una organización yihadista como HTS. En un contexto donde las potencias imperialistas y regionales actúan según sus propios intereses, y donde es previsible que estas intervenciones aumenten, Turquía carece de la fuerza militar, política y económica necesaria para ejercer un papel dominante en la reconfiguración de Siria. Por ejemplo, HTS no podría salir de la lista de organizaciones terroristas de la ONU ni alcanzar legitimidad internacional sin el apoyo de Estados Unidos. Del mismo modo, mientras la Ley César siga vigente, una recuperación económica para Siria será imposible. Esto resalta nuevamente la diferencia de capacidad entre Turquía, una potencia subimperialista, y Estados Unidos, una potencia imperialista hegemónica. Por ejemplo, si HTS hubiera tomado Alepo y se hubiera detenido ahí, Turquía habría tenido un proceso más sencillo para presionar al régimen de Assad y hacer que aceptara su plan. Sin embargo, ahora Turquía está implicada en todo el fragmentado escenario sirio, y las consecuencias a largo plazo de esta estrategia son difíciles de prever. Los esfuerzos de los medios del régimen de Erdoğan por presentarlo como un conquistador de Siria, junto con la narrativa del supuesto afecto del pueblo sirio hacia Turquía o las ceremonias simbólicas para rezar en la Mezquita de los Omeyas, son intentos de encubrir esta compleja realidad sobre el terreno y están dirigidos principalmente al consumo político interno.
Décimo: Turquía se ha consolidado como una fuerza clave en la definición del destino de Siria, utilizando tanto a HTS como al ENS/ELS (El Ejército Nacional Sirio/Ejército Libre Sirio apoyado por Turquía). Mientras el imperialismo estadounidense intenta aprovechar a Turquía, como miembro de la OTAN, para rediseñar Siria según sus propios intereses, el régimen de Erdoğan busca maximizar su ventaja en las negociaciones. En este escenario, se está llevando a cabo una ofensiva contra los kurdos de Rojava, liderada por el ENS/ELS por un lado y por tribus árabes respaldadas por HTS por el otro. El objetivo es debilitar a las fuerzas kurdas y tomar el control de sus territorios para impedir que el pueblo kurdo se convierta en un actor clave en la reconfiguración de Siria. Es evidente que, mientras los kurdos mantengan su fuerza, será difícil para los yihadistas imponer su visión sobre Siria. Sin embargo, también es claro que devolver a Siria, fragmentada durante 13 años, a su estructura original es prácticamente imposible.
Undécimo: Turquía necesita el apoyo de Estados Unidos para desempeñar un papel en la configuración del futuro de Siria, pero las tensiones entre ambos persisten debido al posible estatus que podrían obtener los kurdos. Si los kurdos lograran un estatus autónomo o federativo, esto fortalecería significativamente la influencia del bloque liderado por Estados Unidos e Israel en Siria y en Oriente Medio. Por ello, Estados Unidos busca que los kurdos conserven su poder actual en la medida de lo posible. Sin embargo, las continuas ofensivas de Turquía contra los kurdos y su negativa a aceptar la existencia de Rojava podrían profundizar aún más las diferencias con Washington. Para que Estados Unidos pueda establecer un equilibrio en Oriente Medio y debilitar aún más a Irán, que ya ha sufrido un duro golpe, hay dos cuestiones fundamentales que deben resolverse. La primera es garantizar la existencia y seguridad de Israel, avanzando con nuevas medidas en esa dirección; la segunda, que Turquía adopte una postura alineada con los planes estadounidenses sobre el tema kurdo. Con este propósito, Estados Unidos está utilizando su influencia económica y militar para presionar a Turquía y que acepte el estatus de los kurdos en Rojava. De hecho, este fue el motivo principal de la visita del Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, a Turquía el pasado 12 de diciembre para reunirse con Erdoğan.
Duodécimo: Si Estados Unidos logra establecer las condiciones que busca en Oriente Medio y, además, alcanza un acuerdo con Rusia en el frente ucraniano, podrá enfocarse de manera más rápida y efectiva en prepararse para una guerra contra China en la región del Asia-Pacífico. En este contexto, las declaraciones de Trump sobre la crisis en Siria adquieren mayor sentido: “Hay demasiadas crisis en el mundo. Hemos recibido noticias de Siria recientemente. Tendrán que arreglárselas por sí mismos porque no intervendremos. Francia tampoco lo hará.” Está claro que Trump envía un mensaje contundente a todas las partes: “Si no actúan bajo la hegemonía de Estados Unidos y no se alinean con nuestros planes, enfrentarán el caos.” Aunque Estados Unidos busca inclinar los equilibrios en Oriente Medio a favor suyo y de Israel, es evidente que no planea retirarse de Siria en el corto plazo. Sin embargo, también queda claro que la presencia de Estados Unidos no representa una garantía para los kurdos. Las potencias imperialistas, como todas las fuerzas capitalistas, actúan únicamente en función de sus propios intereses, algo que se ha evidenciado nuevamente con la decisión de Rusia de abandonar a Assad. Los pueblos oprimidos solo pueden encontrar verdaderos aliados en la clase trabajadora revolucionaria. Mientras la clase obrera de Oriente Medio no se organice de manera independiente y no emprenda una lucha socialista contra el capitalismo, será imposible frenar los movimientos reaccionarios, y los pueblos oprimidos no podrán alcanzar una libertad verdadera.
Decimotercero: Tras la caída del régimen de Assad, la situación social y política en Siria ha vuelto a poner sobre la mesa para la clase dominante de Turquía la histórica cuestión kurda. Actualmente, Turquía intenta impedir que los kurdos se conviertan en una fuerza clave en Siria, aunque esta estrategia tiene sus límites. Tarde o temprano, los kurdos encontrarán su lugar en la nueva configuración de Siria. En este contexto, resulta relevante recordar las declaraciones de Bahçeli el 1 de octubre: “Que Öcalan hable en el Parlamento.”[3] El plan, discutido en círculos de poder y filtrado ocasionalmente a la prensa, podría entrar en acción: que Turquía reconozca el estatus de Rojava, asuma el rol de protector de los kurdos y refuerce su influencia en Siria. Esto permitiría a Turquía consolidar su posición en Oriente Medio al controlar tanto a los kurdos de Rojava como a los del norte de Irak. En este marco, las palabras del ministro de Asuntos Exteriores Hakan Fidan en el Parlamento durante el debate presupuestario, donde afirmó que Turquía es el protector de los kurdos, adquieren un nuevo significado. Además, figuras destacadas del movimiento kurdo han expresado ideas similares, abogando por una alianza histórica entre turcos y kurdos. Vale la pena recordar que, durante las celebraciones del Newroz de Diyarbakır en 2013, Öcalan afirmó en su carta que Turquía podría fortalecerse si avanzaba junto con los kurdos. Algunos sectores de la burguesía turca, junto con intelectuales y periodistas liberales, sueñan con un crecimiento de Turquía basado en la resolución del problema kurdo. Por otro lado, el líder del CHP, Özgür Özel, señaló a Erdoğan: “Estarás equivocado si afirmas que los kurdos no tendrán representación en la estructura de Siria.” Es evidente que existen diferencias de opinión sobre este tema dentro de la clase dominante y en el aparato estatal. Sin embargo, todavía no está claro si las aparentes discrepancias entre Bahçeli y Erdoğan dentro del bloque gobernante llevarán a una ruptura o qué implicaciones tendrán.
Decimocuarto: Desde cualquier perspectiva, queda claro que la guerra se está expandiendo en Oriente Medio, el epicentro de la Tercera Guerra Mundial, y que el caos y la incertidumbre se están profundizando, con nuevas catástrofes esperando a los trabajadores. Es importante señalar que establecer un equilibrio en esta región no equivale a someterla bajo la hegemonía de Estados Unidos. Como se ha visto en Siria, cualquier equilibrio logrado está destinado a romperse. A medida que el espiral de caos e incertidumbre se profundiza, no se puede establecer un orden ni una hegemonía únicamente sobre montones de escombros. Mientras tanto, el imperialismo estadounidense busca redirigir su atención hacia el Asia-Pacífico, con el objetivo de contener y confrontar a su principal rival, China. En este contexto, el periódico chino Global Times advirtió recientemente que el futuro de la civilización está en juego: “Algunos políticos estadounidenses piden abiertamente aumentar la producción de municiones y establecer líneas de producción continua para prepararse para una ‘guerra total’ con China. Este enfoque se asemeja a una fábrica diseñada exclusivamente para la guerra, con el único propósito de producir destrucción y muerte. La base industrial de Estados Unidos está siendo cada vez más dominada por la lógica de la guerra, convirtiéndola en un motor de tensiones globales. Estos políticos parecen creer que las preparaciones militares y la movilización industrial les darán ventaja en su enfrentamiento con China. Sin embargo, este pensamiento es un cálculo fatalmente erróneo: una guerra total entre grandes potencias significa destrucción mutua. Esta propuesta no es en absoluto un plan estratégico, sino una forma de autodestrucción estratégica. Es como jugar con cerillas junto a un barril de pólvora: puedes creer que controlarás las llamas, pero una vez que comienza una reacción en cadena, el resultado será catastrófico. Son como jugadores que saben que pueden perderlo todo, pero siguen aumentando las apuestas. La diferencia, esta vez, es que lo que está en juego no es solo el futuro de Estados Unidos, sino también el de la civilización humana y el desarrollo pacífico del mundo.”[4] Estas palabras insinúan la posibilidad del uso de armas nucleares. Incluso sin armas nucleares, ya existen suficientes armas para destruir la civilización. Una guerra en el Asia-Pacífico no sería el inicio de la Tercera Guerra Mundial, sino la culminación de este conflicto ya en marcha. Claro, esto depende de si nuestra civilización puede sobrevivir. Sin embargo, esto no significa resignarse. Es fundamental que la clase trabajadora y las mayorías laboriosas comprendan que la única vía de salvación es luchar contra el capitalismo, que ha alcanzado sus límites históricos y ha agudizado las contradicciones imperialistas hasta el punto de desencadenar una guerra global.
Suriye’de Esad Rejimi Çöktü, Emperyalist Savaş Genişleyerek Devam Ediyor!
The Assad Regime in Syria Has Fallen, And The Imperialist War Keeps Escalating!
[1] https://www.worldbank.org/en/news/press-release/2024/05/24/syria-growth-contraction-deepens-and-the-welfare-of-syrian-households-deteriorates
[2] https://www.wsj.com/world/middle-east/setbacks-for-russia-iran-and-hezbollah-turn-into-a-catastrophe-for-syrias-assad-c3e693e8?st=j5TNkj&reflink=share_mobilewebshare
[3] Abdullah Öcalan, líder encarcelado del PKK, ha encabezado la lucha armada por los derechos del pueblo kurdo en Turquía. Su liderazgo también es reconocido por los kurdos en Siria. Mientras que el PKK representa al movimiento kurdo en Turquía, las SDF son su equivalente en el movimiento kurdo en Siria. Por otro lado, Devlet Bahçeli, como socio de coalición del régimen fascista liderado por Erdoğan, desempeña un papel destacado y tiene una fuerte influencia dentro del Estado.