La Agresividad De Israel y Las Nuevas Formas Que Adopta La Guerra En Expansión
Utku Kızılok, 6 Ekim 2024

Este artículo fue publicado el 26 de septiembre, antes del asesinato del Secretario General de Hezbolá, Nasrallah. Este crimen y la intensificación de la guerra han demostrado cuán precisas fueron nuestras observaciones y análisis en este texto. Así lo dijimos: Con una ola de violencia ilimitada que ha destruido a un pueblo y sumergido a Israel, respaldado por Estados Unidos y Occidente, en el crimen, se han creado condiciones de las que no puede retroceder.

Desde el 7 de octubre de 2023, el Estado sionista de Israel está llevando a cabo un genocidio en Palestina y ha emprendido una guerra controlada con Hezbolá en el Líbano. Recientemente, ha intensificado su agresión, preparándose para destruir el Líbano sin límites. En los últimos días, los bombardeos descontrolado y desmedidos del Estado israelí han causado la muerte de cientos de personas y dejado a miles de heridos. Israel ha comenzado a aplicar en el Líbano las mismas brutales políticas de guerra que ya ha puesto en marcha en Gaza: por un lado, sus máquinas de guerra bombardean indiscriminadamente, sin distinguir entre civiles y militares; por otro lado, el gobierno fascista de Israel está enviando mensajes a los teléfonos móviles de los libaneses en las zonas controladas por Hezbolá, instándolos a abandonar sus hogares. El Estado sionista de Israel, al sembrar la muerte, busca atemorízar y someter no solo al pueblo libanés, sino a toda la región. Tanto es así, que el primer ministro fascista Netanyahu ha llegado a preparar un video en el que afirma que la guerra no es contra el pueblo libanés, sino contra Hezbolá, y exige que la población abondone sus tierras de inmediato, dando una clara advertencia. De hecho, hasta ahora, más de medio millón de libaneses han sido forzados a abandonar sus hogares. Los libaneses y los refugiados sirios que habían huido de la guerra en Siria hacia el Líbano, ahora intentan escapar de las máquinas de muerte israelíes regresando a Siria.

La masacre que Israel ha perpetrado en Palestina y su intento de destruir el Líbano son ejemplos estremecedores de cómo el capitalismo, que se descompone al llegar a sus límites históricos, está llevando a la humanidad a un oscuro túnel, o incluso hacia un futuro completamente sombrío. La razón detrás de la impunidad con la que el Estado sionista lleva a cabo sus matanzas, aplicando métodos de represión, arrogancia y hasta fascismo sin ningún límite, es el inmenso poder militar, político, ideológico y cultural que recibe principalmente del imperialismo occidental, encabezado por Estados Unidos. Respaldado por esta destructiva fuerza, el gobierno de Israel considera absolutamente legítimo cometer genocidios, destruir ciudades con bombardeos y llevar a cabo las acciones más salvajes frente a los ojos del mundo. Al mismo tiempo, califica cualquier resistencia contra su maquinaria de opresión como ataques a su soberanía, violaciones de los derechos civiles y antisemitismo. El 23 de septiembre, a pesar de haber asesinado a cientos de civiles en un solo día y herido a miles más, Israel tuvo la osadía de pedir a la ONU que condenara a Hezbolá por bombardear zonas civiles. Esta descarada hipocresía fue aún más evidente en las declaraciones del portavoz del ejército israelí, quien afirmó que no fueron responsables de las muertes en los bombardeos, alegando que la presencia de municiones de Hezbolá en las zonas atacadas causó una segunda explosión que mató a las personas. Como dijo un ciudadano libanés: “Israel no distingue entre una piedra y un ser humano”, y la gente de la región no se deja engañar por estas viles mentiras.

Las brutales técnicas fascistas que la Alemania de Hitler aplicaba en campos de concentración, ocultas en gran medida de la vista del público, hoy son ejecutadas por Israel a plena luz del día, en una era de tecnología avanzada y comunicación masiva, donde todo es visible para el mundo. Nunca antes en la historia se ha visto un ejemplo tan extremo como la total destrucción de Gaza, donde viven 2 millones 3 mil personas, en un montón de escombros, y de la aniquilación de un pueblo, por un lado con bombas y por otro dejándolos morir de hambre. Apoyado en Estados Unidos y el imperialismo occidental, el Estado sionista no reconoce límites en sus métodos genocidas, lo que ha acelerado la fascistización de sectores de la sociedad israelí, erosionando cualquier valor humano y profundizando la decadencia social. Los actos inhumanos, como lanzar los cuerpos sin vida de palestinos desde edificios altos o arrastrarlos atados a vehículos, así como el bloqueo de ayuda humanitaria a Gaza y la persecución armada contra los palestinos por colonos israelíes, son ejemplos claros de esta agresividad fascista y la pérdida de toda humanidad. No cabe duda de que una parte de la sociedad israelí ha caído en una enfermedad moral. Las matanzas y los actos de destrucción ilimitada han desencadenado graves problemas psicológicos entre muchos de sus soldados.

Sin embargo, por otro lado, sectores de la sociedad que afirman que el gobierno fascista de Netanyahu está llevando al país a la destrucción, así como comunidades judías contrarias al sionismo, están organizando protestas para poner fin a la guerra. A pesar de que la maquinaria de violencia sionista sigue sembrando muerte día y noche, el pueblo palestino resiste. Socialistas, trabajadores con conciencia de clase, personas con principios, y demócratas que representan los valores progresistas de la humanidad luchan en todo el mundo para poner fin al genocidio israelí.

Devastador ataque digital a Líbano y las implacables nuevas formas de la Tercera Guerra Mundial

Justo antes de llevar la guerra a un nuevo nivel con el objetivo de aplastar a Hezbolá, el Estado sionista de Israel utilizó herramientas digitales como parte de su estrategia destructiva. El 17 de septiembre, en el sur de Beirut, controlado por Hezbolá, ocurrieron una serie de explosiones que afectaron desde mercados hasta calles enteras. La violenta explosión de pequeños dispositivos de llamada, utilizados por miembros y militantes de Hezbolá, provocó incendios en varios lugares y dejó a la gente retorciéndose de dolor. Mientras continuaba la ola de terror causada por la explosión de estos pequeños aparatos, que algunos llevaban en el bolsillo o en la mano en ese momento, al día siguiente las radios portátiles estallaron sobre las personas como si fueran bombas. Ambas explosiones resultaron en la muerte de decenas de personas, más de 3.000 resultaron heridas y muchas quedaron discapacitadas.

Hezbolá utilizaba buscapersonas, que son más difíciles de controlar y manipular, para evitar que la inteligencia israelí interceptara y manipulara las redes de teléfonos inteligentes de Líbano, así como para impedir que localizaran a sus militantes. Sin embargo, el estado sionista de Israel, aprovechando su poder nacional e internacional, no dudó en convertir estas herramientas de baja tecnología en armas efectivas. Se ha revelado que los buscapersonas y radios fueron fabricados por empresas fachada creadas por el servicio de inteligencia israelí, Mossad. Estos dispositivos, con explosivos incorporados, fueron vendidos a Hezbolá a través de otras compañías fachada, haciéndolos parecer provenientes de una fuente legítima. No hay duda de que en todo este proceso, el estado de Israel y el Mossad confiaron en el apoyo del imperialismo estadounidense. Es inconcebible que Estados Unidos no supiera sobre la detonación de los buscapersonas convertidos en bombas. Sabemos por numerosos ejemplos cómo los capitalistas monopolistas de origen judío influyen de manera determinante en la sociedad estadounidense, desde la cultura y la ideología hasta la tecnología, y cómo estos monopolios se entrelazan con la política burguesa y el estado estadounidense en una estructura oligárquica. Del mismo modo, el complejo militar-industrial de Estados Unidos e Israel también está profundamente conectado. Juntos desarrollan muchas tecnologías y sistemas de defensa, como los misiles, y comparten información de inteligencia. Israel, como la extensión de Estados Unidos en el Medio Oriente, comete masacres sin límites en Palestina y Líbano con su respaldo.

Tras el terror provocado por la explosión de los buscapersonas, el 20 de septiembre Israel bombardeó un edificio, matando a 12 altos comandantes de Hezbolá que estaban reunidos. Después de que líderes del estado sionista, incluido el Ministro de Defensa israelí Yoav Gallant, declararan que se había entrado en una “nueva fase de la guerra”, Líbano comenzó a ser devastado por ataques aéreos. Los portavoces israelíes, con arrogancia, afirmaron haber destruido miles de cohetes y sistemas de lanzamiento de misiles de Hezbolá, así como los preparativos hechos en 20 años. Estos ataques, que cobraron la vida de cientos de personas, fueron descritos por el ministro de defensa fascista como una “obra maestra”. No cabe duda de que Hezbolá ha sufrido un golpe significativo. De hecho, el Secretario General de Hezbolá, Nasrallah, reconoció que habían sufrido “un gran golpe de seguridad y militar sin precedentes en la historia de la Resistencia y de Líbano”. Sin embargo, a pesar de la superioridad militar de Israel y sus ataques a gran escala, Hezbolá no ha perdido su capacidad ofensiva. El estado sionista, que convirtió Gaza en un infierno, ahora pretende hacer lo mismo en Líbano, buscando convertirse en una fuerza disuasoria frente a Irán y otros países de Oriente Medio. No obstante, la agresividad desmedida de Israel está expandiendo la guerra en la región y activando dinámicas que podrían descontrolarla. El aplastamiento de Hezbolá no solo debilitaría la influencia de Irán en Oriente Medio, sino que también reduciría el poder del bloque imperialista Rusia-China. En resumen, la guerra no es solo entre Israel y Hezbolá, y la eliminación de este último no será tarea fácil.

Con una ola de violencia ilimitada que ha destruido a un pueblo y sumergido a Israel, respaldado por Estados Unidos y Occidente, en el crimen, se han creado condiciones de las que no puede retroceder. A pesar de que Israel ha convertido Gaza en un inmenso montón de escombros durante casi un año, no ha logrado eliminar a Hamas. Esta situación, junto con el ataque controlado de Hezbolá, apoyado por Irán, ha llevado a cientos de miles de israelíes a abandonar sus hogares en la frontera con Líbano, lo que ha deteriorado la imagen de invulnerabilidad y disuasión que Israel había construido en la región. Aunque Israel intentó aplastar y destruir a Hezbolá en 2006, fracasó y tuvo que retroceder. Con su prestigio en declive, Israel busca derrotar a Hezbolá, neutralizar a Irán con el respaldo de Estados Unidos y restablecer su invulnerabilidad en la región. No hay duda de que el genocidio en Gaza se expandirá para incluir a Cisjordania. Si Israel retrocede por cualquier razón, su invulnerabilidad en la región será cuestionada aún más. Además, la incertidumbre sobre el destino de la actual administración israelí, encabezada por Netanyahu, sumada a la profunda división en la clase dominante y la apertura de un proceso caótico en el país, es inevitable. Esta situación está llevando a la administración sionista de Israel, especialmente a los fascistas como Netanyahu, a actuar con más agresividad.

El hecho de que grupos chiitas iraquíes, respaldados por Irán, hayan comenzado a atacar a Israel y que Israel se esté preparando para una invasión terrestre en Líbano, señala que la guerra imperialista en Oriente Medio se está expandiendo y volviéndose aún más destructiva. Las poderosas dinámicas regionales de la guerra están empujando a las potencias imperialistas a un enfrentamiento directo, a medida que los dinámicas globales se intensifican. Es importante destacar lo siguiente: independientemente de los resultados inmediatos, incluso si la guerra se detuviera temporalmente por alguna razón, las condiciones y dinámicas que la provocaron seguirán intensificándose, por lo que el conflicto volverá a estallar. El origen de la guerra actual no radica en la cuestión palestina ni en el genocidio que Israel está llevando a cabo en Gaza. Por el contrario, el conflicto está vinculado al Tercer Guerra Mundial imperialista que se concentra en Oriente Medio y Ucrania, lo que ha hecho que la cuestión palestina se vuelva aún más compleja. Israel, respaldado por Estados Unidos y Occidente, ha decidido emprender un genocidio porque considera que las condiciones son favorables para sus intereses.

A medida que las llamas de la guerra imperialista envuelven aún más a Líbano, hay una evaluación amplia que va desde los gestores del estado burgués hasta ideólogos burgueses y socialistas, que indica que se está dando un gran paso hacia la Tercera Guerra Mundial. El tema de la tercera guerra, que ha cobrado mayor relevancia tras el ataque de Rusia a Ucrania, se ha instalado de manera permanente en el lenguaje de la política internacional debido al genocidio que Israel lleva a cabo en Palestina y a las tensiones con Irán. Sin embargo, hace 30 años, los gobernantes burgueses invitaban a los trabajadores a un “país de las maravillas” capitalista con la mentira de “paz eterna”. Hoy, el hecho de que la cuestión de la tercera guerra se haya convertido en uno de los debates más poderosos en la política internacional es significativo, ya que revela cómo el capitalismo ha arrastrado a la humanidad a un oscuro túnel, un hecho que ya no se puede ocultar. Sin embargo, todavía no se ha comprendido completamente lo que representan los eventos que ocurren ante nuestros ojos ni se ha nombrado correctamente el fenómeno. La realidad es que la humanidad ha estado inmersa en una Tercera Guerra Mundial desde que Estados Unidos utilizó los ataques del 11 de septiembre de 2001 como pretexto para invadir Afganistán y declarar el inicio de una “guerra sin fin”.

Hoy en día, la crisis de hegemonía imperialista, que afecta profundamente al mundo entero, ha convertido a millones de personas en migrantes desde Siria hasta Ucrania y ha arrastrado a numerosos estados, principalmente a las potencias imperialistas, a conflictos y tensiones, ya sea de manera directa o indirecta. Esta crisis ha surgido en un momento en el que el capitalismo ha alcanzado sus límites históricos. La guerra iniciada por Estados Unidos para superar esta crisis de hegemonía es, por su naturaleza, una guerra imperialista y, por lo tanto, nunca podría haberse limitado a ser un conflicto regional. Así, los frentes de guerra en Afganistán e Irak se expandieron hacia Siria y Libia, alcanzaron Europa del Este e incluyeron a Ucrania, formando una cadena de conflictos en crecimiento. Es importante subrayar que, desde las profundidades de África hasta América Latina, y desde el Cáucaso hasta Asia-Pacífico, las luchas de poder entre las potencias imperialistas están definiendo la política internacional. La crisis de hegemonía imperialista, que se profundiza día a día, está añadiendo nuevos países y regiones al círculo de la guerra mientras, al mismo tiempo, provoca guerras comerciales que golpean la economía mundial, así como mayores tensiones militares y crisis políticas entre las potencias. Solo podemos entender estos desarrollos que están sumiendo al mundo en el caos a través del marco de una Tercera Guerra Mundial.

Sin embargo, la forma que ha tomado la guerra mundial actual en los últimos 20 años es engañosa y obstaculiza la identificación del fenómeno. Los políticos o ideólogos burgueses no pueden explicar cómo el capitalismo, que está estancado históricamente y alberga horribles contradicciones, ha llevado a la humanidad al abismo. Para los marxistas, el problema no debe reducirse a las formas superficiales, sino que debe comprenderse que las formas de la guerra también cambian según las condiciones. Los marxistas saben muy bien que la apariencia de las cosas no siempre coincide con su esencia. Como señaló Marx, si la apariencia y la esencia de las cosas coincidieran, no sería necesaria la ciencia. Se sabe que la mente humana tiene una gran tendencia a crear patrones y formas. Esto le permite pensar más rápido y dar sentido a lo que sucede a su alrededor de manera más eficiente. Sin embargo, estas formas también pueden aprisionar la mente, limitando su capacidad para pensar libremente y evaluar lo que ocurre ante sus ojos de manera objetiva. La mente humana, acostumbrada a ciertos patrones, busca automáticamente esas formas cuando se enfrenta a una nueva situación. Así, muchos observadores de las dos primeras guerras mundiales, al ver que la guerra actual no adopta exactamente las mismas formas, son reacios a llamarla Tercera Guerra Mundial. Pero, ¿es realmente necesario que las potencias imperialistas se enfrenten directamente y al mismo tiempo para que podamos darle ese nombre? ¿Es obligatorio que las guerras siempre adopten las mismas formas en todas las épocas? Además, esta guerra actual, al igual que las dos anteriores, se está desarrollando en el escenario mundial, abarcando una vasta geografía y moldeando el destino del mundo y de los pueblos.

A lo largo de la historia de las sociedades con clases, el desarrollo de las fuerzas productivas y la tecnología ha transformado las formas, los métodos y la intensidad de las guerras.  Por ejemplo, en la famosa Batalla de Kadesh, entre los dos superpoderes del mundo antiguo, Egipto y los hititas, lo que determinó el resultado fueron los carros de guerra tirados por caballos. Con la introducción de los carros de guerra, la velocidad y la intensidad de las batallas cambiaron, y quienes poseían estos carros y los modificaban para utilizarlos de manera más efectiva lograron obtener ventaja. Sin embargo, a pesar de los cambios en las herramientas, hasta mediados del siglo XIX, la guerra se libró fundamentalmente como una gigantesca lucha de campo, una batalla de campo. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el rápido desarrollo de los ferrocarriles, la invención del telégrafo y la revolución en la comunicación y el transporte, así como la producción de buques de guerra de vapor, ametralladoras y cañones ligeros, generaron un gran cambio en la velocidad, la intensidad y la forma de la guerra. Junto con las herramientas utilizadas en muchas guerras, se comprendía que la tecnología militar, que se estaba desarrollando a un ritmo acelerado y permitía la introducción de vehículos motorizados, cambiaría aún más la forma de la guerra, incrementando su violencia y el daño que causa. Sin embargo, esto aún no proporcionaba una idea clara de cómo podría ser una guerra mundial. A pesar de que hubo muchas guerras, incluyendo la Guerra Franco-Prusiana de 1870, estas no eran de la naturaleza que pudiera determinar la economía mundial, la política mundial y el destino de los pueblos del mundo. Para que existiera una guerra mundial, el capitalismo tenía que alcanzar su etapa imperialista. Antes de 1914, las grandes potencias, principalmente Inglaterra y Francia, habían repartido las tierras del mundo. Con el ascenso del capitalismo a la fase del imperialismo, la guerra, que comenzó con la explosión de las contradicciones agudizadas en el seno del sistema, inevitablemente dejó de ser regional y se convirtió en global.

La Primera Guerra Mundial se llevó a cabo en gran medida como una guerra de trincheras, donde miles de personas tuvieron que perder la vida para avanzar solo unos pocos cientos de metros. Los tanques y aviones introducidos hacia el final de la guerra, en los años siguientes, se desarrollaron a una velocidad aterradora, determinando de manera definitiva la forma y el rumbo de la guerra. Se puede considerar correcto referirse a la Segunda Guerra Mundial como una guerra de tanques, aviones de combate y, aunque solo Estados Unidos los utilizó, de armas nucleares. De hecho, al observar que en la primera guerra murieron 18 millones de personas y en la segunda 70 millones, así como la devastación de las ciudades, podemos ver el impacto de las máquinas de guerra en evolución. Ambas guerras afectaron profundamente la política mundial, la economía y el destino de los pueblos del mundo. Estados Unidos emergió de la segunda guerra como la indiscutible potencia hegemónica del mundo capitalista, estableciendo su dominio sobre el sistema.

Sin embargo, no solo las máquinas de guerra se han vuelto más mortales a lo largo del tiempo, sino que también, gracias a los avances en la comunicación y la tecnología militar, las formas de guerra se han diversificado y se ha acumulado un vasto conocimiento y experiencia en este ámbito. A lo largo de los años, la hegemonía de Estados Unidos sobre el sistema imperialista se ha erosionado y debilitado. Aprendiendo de experiencias pasadas, Estados Unidos activó una estrategia de guerra preventiva para cortar de raíz a los poderes rivales que podrían desafiarlo. La meta de Estados Unidos ha sido atrapar a sus competidores desprevenidos cuando aún están débiles, y así asegurar sus áreas de influencia desde el norte de África hasta Oriente Medio, el Cáucaso y Asia Central, todo con el fin de restaurar su hegemonía en decadencia. Fue así como, tras una década de preparativos que comenzó en 1990, el imperialismo estadounidense decidió presionar el botón de la guerra para resolver su crisis hegemónica según sus propios intereses.

Esta guerra no fue iniciada directamente contra las potencias rivales, sino que se justificó bajo el discurso de libertad y democracia, y por ello fue trasladada a otras tierras y regiones. Este es precisamente el motivo por el cual la guerra actual ha adquirido sus propias formas particulares. Desde Irak hasta Afganistán, y desde Siria a Libia y Yemen, esta nueva guerra se ha extendido sin que las potencias imperialistas se enfrenten directamente. Los atentados terroristas, que han cobrado la vida de cientos de personas y que están enmascarados bajo el pretexto del “terrorismo internacional”, como los cometidos por grupos como ISIS o Al Qaeda, así como los poderes locales, han jugado y siguen jugando un papel en este conflicto. Además, el asesinato de líderes políticos y militares, los bombardeos a instalaciones militares o energéticas, y los ataques entre países sin declaración oficial de guerra, como en los casos de Israel e Irán, son formas que ha adoptado esta Tercera Guerra Mundial. Podemos observar el impacto de la tecnología de comunicación en esta guerra a través del uso de drones, misiles de largo alcance extremadamente precisos, e incluso la inserción de virus en las redes de producción de armamento del enemigo para causar explosiones. El ataque masivo de Israel contra los dispositivos de comunicación utilizados por Hezbolá, transformándolos en armas destructivas, es un claro ejemplo de cómo la guerra ha adoptado nuevas y complejas dimensiones. No hay una diferencia fundamental entre el caos causado por convertir estos dispositivos en armas destructivas y el caos provocado por los bombardeos aéreos.

Al invadir Afganistán, los portavoces del imperialismo estadounidense anunciaron el inicio de la Tercera Guerra Mundial, afirmando que esta guerra duraría 15 años. Creían que durante ese tiempo superarían a sus rivales, organizarían sus áreas de influencia a su antojo y restablecerían la hegemonía de Estados Unidos para resolver la crisis de hegemonía. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaban. Grandes potencias imperialistas como China y Rusia comenzaron a intervenir cada vez más en la política internacional. Mientras el círculo de la guerra imperialista se expandía, Estados Unidos no logró alcanzar sus objetivos. Las contradicciones inherentes al capitalismo, que se encontraba en un estancamiento histórico y en crisis, profundizaron la crisis de hegemonía imperialista, lo que a su vez dio lugar a nuevas dimensiones de la Tercera Guerra Mundial. Con la invasión rusa de Ucrania, la guerra alcanzó un nuevo y mucho más peligroso nivel. El imperialismo occidental, liderado por el bloque Estados Unidos-Reino Unido, está librando una guerra indirecta contra el imperialismo ruso utilizando al ejército ucraniano. Sin embargo, tanto la expansión de la guerra en Oriente Medio, exacerbada por la agresividad de Israel, como la intensificación del conflicto entre Rusia y Ucrania, junto con las crecientes tensiones a nivel mundial, están empujando a las potencias imperialistas y a sus aliados regionales hacia enfrentamientos más directos cada día. En resumen, esta Tercera Guerra Mundial, que está moldeando profundamente el rumbo del mundo, se dirige paso a paso hacia un punto similar al de las dos guerras anteriores, con el peligro cada vez más real de la extinción de la humanidad bajo el capitalismo.

Mundo Caótico, Futuro Incierto: ¿Dónde Está la Salida?

İsrail Kudurganlığı ve Genişleyen Savaşın Aldığı Yeni Biçimler

İlgili yazılar